9 de septiembre de 2007

El rol de la mujer


Luego de una lectura de “Sin Rumbo”[1] , podemos observar muchas características del Naturalismo en la obra de Eugenio Cambaceres, pero éste en la Argentina tuvo una diferencia con el resto, mientras que en otros lugares se planteaba la crítica a la Elite, en Argentina había una crítica a la sociedad popular.

Andrés, personaje principal de la obra es un claro ejemplo del desprecio hacia lo popular, aquello que considera menos, incluyendo a la mujer en ésta clasificación.

Es la herencia que le legó la sociedad de su momento, el de la Argentina del siglo XIX. Él la consideraba un ser inferior al hombre, dominado y débil. “¿… por qué hacerla igual al hombre, por qué atribuirle derechos que no era apta a ejercitar, por qué imponerle obligaciones cuya carga la agobiaban?”[2] El hombre y la mujer no estaban a la misma altura, ella tiene un papel secundario, siendo la satisfacción del hombre y la procreación (continuando la especie humana) la única razón de su existir; “¿no revelaban claramente su destino, la misión que la naturaleza le había dado, no estaban diciendo a gritos que era un ser consagrado al amor esencialmente, casi un simple instrumento de placer, creado en vista de la propagación sucesiva y creciente de especie?”[3] Ella estaba a la merced de su hombre y su vida giraba entorno a la suya. La actitud con ellas era de dominación y de indeferencia; sólo las utiliza para su goce personal. Donata, por ejemplo, era “una cosa, carne, ni alguien siquiera”[4] para el protagonista de “Sin Rumbo"

Andrés plantea que sólo la belleza ha sido otorgada a las mujeres, mientras que el hombre es inteligente, valeroso y fuerte; “la limitación estrecha de sus facultades, los escaso alcances de su inteligencia incapaz de penetrar en el dominio profundo de la ciencia”[5]

Claramente vemos como Andrés termina despreciando y aborreciendo a las mujeres, hasta el punto de exasperación, manifestando ese mismo sentimiento de repugnancia hacia ellas que hacia lo popular;

“La vecindad de Donata, sus carnes frescas y mojadas de sudor, ya un brazo, el seno, una pierna, el pie que Andrés, en su desasosiego constante alcanzaba a rozarle por acaso, bruscamente lo hacían apartarse de ella como erizado al contacto de un bicho asqueroso y repugnante”

La Amorini; “Era mala, ruin, ordinaria, vulgar. Sin dotes, sin talento, […] Repetía las cosas al revés, como lora, no le daba, no caía, no entendía, ¡era decididamente una bruta!...

Y hasta era fea: tenía los ojos metidos en la nuca, la punta de la nariz medio de lado, las orejas mal hechas, la boca grande, los brazos flacos y las piernas peludas, como piernas de hombre. […]Había momentos en que tentaciones brutales lo acometían: estrujarla, estropearla, insultarla, matarla y matarse él...” [6]

Su acercamiento a la mujer era con un mero fin de saciar su sed de lujuria, no quiso a ninguna, salvo a una. En definitiva fueron pocos los años en los que Andrés amó a una mujer, y ésta fue su hija, fruto de un capricho fugaz, de un neto deseo carnal por Donta. Al tener aquella creencia injusta de la mujer, temía por su hija, que correría con la misma suerte, ese ser pequeño por el que él hubiera entregado todo por su inmortalidad, que estaba “condenada a recorrer la vía crucis de su sexo”[7].

Es evidente en Andrés, el desprecio y la aborreción que le provocan las mujeres, era el mismo que por aquella clase popular, todo aquello que él consideraba inferior. Éste sentimiento de repugnancia queda latente por el tiempo que vivió su hija, su nacimiento hizo un cambio radical en su vida, dándole a Andrés la razón para finalmente entregarse a una mujer y desgarrarse ante su perdida.




[1] Eugenio Cambaceres, Sin Rumbo

[2] Cambaceres, op. cit.

[3] Cambaceres, op. cit.

[4] Cambaceres, op. cit

[5] Cambaceres, op. cit

[6] Cambaceres, op. cit.

[7] Cambaceres, op. cit.

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